viernes, 9 de marzo de 2007

El fin.


El fin. Oscurezco, escribo y creo una nueva imagen. Aquí nos escindimos, lector y autora, del lector es la esperanza (de la luz), pues la imagen que leerá, que le fascinará no es la misma que yo he contemplado. El oscurecimiento, la soledad que va ligada a la creación (de la primera imagen) no llegará hasta él.

Oscuridad

La oscuridad llega con la mirada. Es en el oscurecer de la mirada y desde atrás de mis ojos donde se yergue una nueva imagen, pero Ella quiere escapar y volver a la luz de la fascinación.

Soledad

Tristeza entre los dedos, “presencia de esa ausencia”, terrible aguja que acompaña, sana y pincha en cada verso. Sobrellevar esa soledad, comprender esa locura, mimar, diluirme en las palabras que tratan de brillar oscureciendo. Angustia del no-tiempo, instante del objeto, fisura o quiebre, profundidad, fascinación del abismo.

Ausencia

Cuando ingresa a mi cuerpo, cuando puedo percibirla y dotarla de sentido, me abandono del mundo y pareciera que volverla a mirar o representarla de cualquier manera es imposible. Llego a tocar la angustia de una inmovilidad en el tiempo y en el espacio: instante en que Ella vuela dentro de mí, quiere salir desde mí; quiere escapar en formas, -me encuentro con su despojo, con la extrañeza de la soledad- Ella ha escapado, ya nada funcionará, ni la pasión ni la intensa búsqueda. Me sitúo en una membrana sin emisor ni receptor, ya no la reconozco porque está dentro de mí.

Escritura

Desde esa oscuridad registro movimientos, ritmos, juegos que quieren alcanzar la claridad que corre y se arrastra dentro de mí: mostrar la intimidad, esconder la intimidad, mezclarla con olores y ritmos, inventarla nuevamente. Pero oscurezco y borro y cambio, entristezco en este mundo. Escribo.

contemplación

Contemplo el instante. Percibo otro momento en el tiempo, me detengo en una contemplación sin límites, me abro al instante que existirá sólo una vez. Ella (¿la imagen?) se hace visible, se ilumina en el vacío (¿en la verdad en la falsedad?) y cuando intento entrar en esa luz, desaparece.

Ella me habla y me escucha dentro de mí, me invade, me hace retroceder. Observo este incansable movimiento que no podré mimar. Sólo contemplar hasta el momento en que Ella habla de mí, cuando se parece a mi cuerpo y a mi imaginario: ahí oscurece.

Ella me rodea y por detrás de mis ojos -cerrados- me contempla; yo sólo escribo, no observo, necesito reencontrarme cara a cara con la sombra (¿con la imagen de la sombra?) Ella me asedia, yo invento seguirla, ¿nos encontraremos en el abrazo del instante?