sábado, 7 de marzo de 2009

Crítica Diario La Nación 17 de febrero 2009

Del verbo oscurecer
Fernanda Donoso


LA OSCURIDAD como una forma de luz
es la idea. La oscuridad como un prepoema.
En “Oscurece al fin”, de María José Cabezas
Corcione, primer libro de poesía en medio de
una producción más bien académica, hay una
intimidad protegida, un juego de esconderse en
la escritura, una exploración. Ella dice: “Aquí
nos escindimos, lector y autora, del lector es
la esperanza (de la luz), pues la imagen que
leerá, que le fascinará no es la misma que yo
he contemplado. El oscurecimiento, la soledad
que va ligada a la creación (de la primera
imagen) no llegará hasta él”.
Y cita a Maurice Blanchot para subrayarlo.
“Escribir es participar de la afirmación de
la soledad, donde amenaza la fascinación”.
“Alguien que está fascinado, dice Blanchot,
puede decirse que no percibe ningún objeto
real, ninguna figura real, porque lo que ve no
pertenece al mundo de la realidad”. La escritura
es una conciencia de la soledad, un imperativo
que viene de alguna otra zona, imposible de
descifrar o capturar, por eso la libertad de esa
forma que se asume como poética está para
decir lo indecible. Pero lo importante es la
fascinación, ese estado “otro”.
En “Oscurece al fin”, de eso se trata: los
sentimientos pasan; se escapan también de
esa forma, como si no quisieran quedarse
en ninguna parte. Son como esos conejitos
involuntarios que escupía, pésimo huésped,
sobre la alfombra, el narrador de “Cartas a una
señorita en París”, del ahora no tan prestigiado
Julio Cortázar. Conejitos raros y muy distintos
(a los de Cortázar) que saltan y se multiplican
en la penumbra. Que siempre es la oscuridad
del inconsciente, o del subconsciente, ese
lugar de donde viene casi todo el arte. Si los
finales de sus breves poemas son rítmicos
(“todo el tiempo / hemos dormido bajo las
nubes”, “besa las nubes / imagina este día”,
“avanzo en la noche / con los ojos abiertos”,
“aspiro fuerte / el cenicero se esconde / y la
última bocanada / se pierde en tu espalda”),
el prólogo de la propia María José es quizás
lo más sugerente y rico del libro: su reflexión
sobre la oscuridad y por qué escribir (más que
para qué escribir).
Ella dice: “Desde esos pequeños relámpagos
interrumpiendo la oscuridad” (...) “Desde
esa oscuridad registro movimientos, ritmos,
juegos que quieren alcanzar la claridad que
corre y se arrastra dentro de mí: mostrar la
intimidad, esconder la intimidad, mezclarla
de olores y ritmos, inventarla nuevamente.
Pero oscurezco y borro y cambio, entristezco
en este mundo. Escribo”.


OSCURECE AL FIN
María José Cabezas Corcione
Santiago, Chile, 2008
55 páginas